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sábado, 3 de julio de 2010

Análisis y síntesis: entre la división y la unión

De la colección de escritos sobre las organizaciones, este presenta una propuesta sobre las redes colaborativas, además de presentar algunas críticas a la realidad de las organizaciones manufactureras. Palabras clave: Realidades, organización, cultura, cambio, relaciones y comunicación.



Por Ricardo Zapata Lopera

Cuando el hombre decidió pecar en el huerto del Edén, Dios le manifestó que con dolor comería de la tierra todos los días. Se acababan los días buenos y llegaba el tiempo de sequía. Desde entonces el trabajo del hombre ha sido pesado. No le queda más remedio que obviar las contradicciones del día a día y disfrutar lo humanamente triste.
La realidad organizacional de nuestro ufanado mundo es una carga para el hombre. Estamos arrojados a una existencia laboral de tedios, que le cuesta ligar con claridad el sentido de la vida al trabajar de cada día. Parece como si fuéramos trabajadores ocho horas al día y luego personas. ¿Hay posibilidad real para ligar nuestros propósitos como personas al día a día del trabajo? o ¿tenemos que entregar nuestro cuerpo y mente en las organizaciones y guardar por otro lado nuestro espíritu?
Las siguientes reflexiones son producto de varias semanas de estudio, que comenzaron con la lectura de algunos textos[1], siguieron con la vivencia de una situación real en un taller industrial de producción y ensamble de estructuras metálicas, y se vieron cruzadas en diferentes momentos por más lecturas y algunas entrevistas. Surgen como la chispa que atraviesa la mente cuando se ve sometida a condiciones inéditas y sale un ensayo pues, tal como escribía en el Malpensante el profesor Jaime Alberto Vélez, hay con qué sopesar lo leído. Acá estamos ensayando, pues, si la realidad se cruza con las ideas y cómo estas pueden a su vez atravesarla y cambiarla.
El taller industrial que se visitó posee dos características que lo hacen relevante para esta reflexión: en primer lugar, es una organización de producción y como tal se ve sometida a unos parámetros que tienen sus efectos al interior; y en segundo lugar, porque es un taller como los muchos que existen en el Valle de Aburrá (en una bodega, con una base operativa amplia, de tamaño pequeño o mediano) y es un buen representante de las realidades al interior de la organización que experimentan muchas personas de esta zona.
Se nos presentan pues dos cosas que deberían ser lo mismo: trabajo y vida. Transportando los términos a elementos más concretos quedamos con cuerpo y espíritu, respectivamente. Le escisión de cuerpo y espíritu la trató Foucault cuando habló de los cuerpos dóciles. En las sociedades disciplinarias era necesario “disociar el poder del cuerpo” (p. 142) para aumentar sus “fuerzas (en términos económicos de utilidad) y [disminuir] esas mismas fuerzas (en términos políticos de obediencia)” (p.142). A través de una serie de técnicas, procedimientos, saberes, descripciones, recetas y datos se logra lo que denominaría “el hombre del humanismo moderno” (p. 145), un ser controlable y utilizable. Un ser del que podría extraerse la fuerza (o el conocimiento, capacidad de análisis, creatividad) y que no representaría riesgo alguno.
De acuerdo a (Mintzberg, 1984) podemos clasificar el taller de estudio como una organización con estructura simple, es decir, con una base operativa amplia y un ápice estratégico o dirección muy al alcance de todos y con posibilidad de supervisar a todos. El contexto en que se mueve el taller concuerda con la teoría de este autor: un entorno sencillo y dinámico; fuerte liderazgo, a veces carismático y autocrático; organizaciones pequeñas y fabricantes locales. La realidad de la empresa es la producción, su cotidianidad es producir mejor y no puede permitir que alguna variable salga de control pues sus costos se dispararían y no sería viable su funcionamiento. Adicionalmente, en un principio el taller fue creado por una empresa más grande que buscaba un proveedor constante y confiable de ciertas partes, lo que le ha dado una considerable estabilidad y seguridad a lo largo de sus 3 años de funcionamiento, por lo que su estrategia básica se ha mantenido enfocada en la producción. Todo esto nos arroja a una realidad a la que los trabajadores deben verse sometidos cada día, un terreno donde prevalece lo técnico y las fórmulas matemáticas indican las decisiones correctas (maximizaciones y minimizaciones), donde las piezas se sitúan donde los modelos lo indican y el control debe ser minucioso para que cualquier evento no altere el fluir correcto de los procesos. Recuerda las especificidades y los detalles que describía Foucault en sus estudios: clausura, localización elemental, emplazamientos funcionales, empleo del tiempo, elaboración temporal del acto, articulación cuerpo-objeto, división y combinación, sistema de mando, etc. Pueden pasar muchas cosas, pero la organización fue creada, desde una visión simplista, para producir y eso es lo que tiene que hacer siempre.
No obstante, las personas, siendo trabajadores, se subordinan a la realidad de la organización. La vida se configura alrededor de una forma de producción y el ser es moldeado por cómo se hacen las cosas dentro del trabajo. Se pasa la mayor parte de los días en ella, se crece y se madura en ella, se le entrega vida y cuesta no crear afecto por ella. Por eso Jorge Etkin advierte de “la diversidad de intereses que actúan en la empresa y las contradicciones entre la búsqueda de resultados financieros y la dimensión humana de la organización”. Lo que se configura en ella es “una realidad que más allá de los balances y la productividad tiene consecuencias cotidianas y concretas sobre la salud, la educación, el entorno familiar, los derechos de la ciudadanía y otros factores que hacen a la calidad de vida y la condición humana de quienes integran la organización y los grupos con ella relacionados desde el contexto”. ¿Y qué de estas cosas se reconoce? No podemos hablar por el taller industrial de estudio, pero es lo que se puede medir lo que generalmente tiene la última palabra, por eso cuando la organización se ve amenazada le es fácil pensar en cortar sus compromisos contractuales para garantizar que perdure en el tiempo.
Es una valoración difícil de juzgar, pero las organizaciones modernas son como los imperios de la antigüedad: trascienden las vidas humanas y se consolidan como entidades superiores. No basta sino leer libros como Empresas que Perduran de James Collins y Jerry Porras para darse cuenta de lo arraigada que está esa institución en la cultura occidental.
El taller industrial de estudio, decíamos, todavía mantiene su foco estratégico en asuntos de carácter técnico, más específicamente, tres temas que no se perdonan en las reuniones de juntas directivas: la facturación, la producción y cómo van los proyectos propios. Se habla de lo humano, se habla del ambiente laboral, se programan actividades de integración y crecimiento personal, pero no todo el tiempo. Los directivos buscan que se trabaje en un buen ambiente con los operarios, que haya colaboración y responsabilidades de parte y parte. “No todo el mundo es encima de vos tomando el tiempo y acosando”, comenta un ingeniero, pero las reglas, los requisitos y los instrumentos de medición de tiempos y calidad son constantes.
Por eso se tiene en la mira implementar el Control Estadístico de Procesos, cubriendo la variable ‘producción’ que se discute en las juntas. Hay una preocupación constante porque el operario esté cumpliendo bien con los tiempos y no esté por ahí haciendo otras cosas. La calidad es una de las prioridades que cada vez coge más fuerza al interior de la empresa.
Para los directivos, de esta y de cualquier organización, es todo un reto mantener ese gana-gana entre los resultados y los valores sociales. En el taller estudiado, un factor que contribuye a que esto se mantenga en equilibrio es el ordenamiento jerárquico, o más bien, horizontalidad del ordenamiento. Las autoridades para ciertos puestos están bien definidas (los operarios deben responder directamente al supervisor de turno, por ejemplo), pero entre los ingenieros y los supervisores de los operarios existe mucha horizontalidad. Eso habla de una organización nueva, de gente joven y con prioridades diferentes a dejar en claro quién manda a quién. De acuerdo a (Hofstede, 1999), Colombia es un país con un alto índice de distancia jerárquica. No obstante, y aunque no hay estudios que lo revelen al día de hoy, las nuevas generaciones parecieran estar adquiriendo sus ‘softwares mentales’ ya no sólo de sus padres, sino de una mezcla variada de culturas a través de los medios de comunicación, lo que aligeraría las verticalidades en las organizaciones comandadas por jóvenes. Puede que para esta sea el caso: aunque los ingenieros de la dirección son personas preparadas e instruidas, no demostraron recelos para interactuar con los operarios, adaptándose con facilidad a sus términos y expresiones, y manteniendo el trato cara a cara.
Sonia López expresa que “las actividades de coordinación son estrictamente conversacionales” (p. 63). Si se logran aplanar las estructuras y derribar las verticalidades jerárquicas, es más fácil establecer una verdadera organización, sea que se trabaje en lo productivo o en áreas del conocimiento. Por eso el concepto de una comunidad toma importancia, en primera instancia en el entorno de la organización, pero también a su interior. Las recientes propuestas teóricas sobre responsabilidad social y sostenibilidad insisten en redes colaborativas de trabajo para la solución de problemas (Kuhndt y Burcu, 2007): “collaborative forms of problem-solving among corporate, political and societal actors” (p. 10), donde la confianza y la reciprocidad operen como capital social construido por la participación de los actores. El rendir cuentas a una comunidad que procese los problemas y ofrezca soluciones desde diferentes puntos de vista parece ser un buen camino. Una empresa que haga parte de un entorno e interactúe con sus grupos de interés (Ackoff, 2002, p. 47) tiene mayores posibilidades de superar sus contradicciones.
Las propuestas giran principalmente en torno a lo exterior de la organización, pero generar una comunidad al interior es también permitir que las relaciones crezcan basadas en la confianza y la reciprocidad.
El concepto de libre mercado desde sus inicios con Adam Smith y de la mano de algunos economistas como los de la Escuela Austriaca, parece estar ligado a los resultados de esa comunidad que se mencionaba. (Hayek, 1945) expresa, contrariando a la planeación central del Estado, común por esos días: “competition instead means decentralized planning by many separate persons” (p. 521), un resultado que apenas hoy con la proliferación de las redes sociales en Internet se está haciendo más tangible. Las bondades del libre mercado tienen que ver más con un asunto de no aceptar que una sola persona puede poseer toda la verdad, cosa que lleva generalmente a actos de corrupción y desequilibrios donde se acentúan las contradicciones de los sistemas.
La dificultad para experimentar el ‘poder de la comunidad’ en muchas empresas colombianas puede estar enraizada en la cultura. Quienes trabajan en ellas, de acuerdo a Hofstede, son personas que procuran controlar la incertidumbre. Las reglas, los códigos y las estructuras rígidas son unas constante, así no se respeten a veces, pero tenerlos ofrece seguridad. Es por lo tanto difícil esperar que una empresa decida introducirse por cuenta propia ese mercado que no juega sólo en lo económico sino también en lo político, lo ético y lo social[2].
Las ventajas de ‘las comunidades’ son diversas. Para una empresa la posibilidad de desarrollar nuevo conocimiento, innovaciones, colaborar con otros y crecer en todos sus aspectos es tentadora. Pero la cultura jalonará todo riesgo y las personas querrán quedarse quietas en su actividad. No puedo decir que esto sea malo, pero pareciera que las nuevas generaciones (abiertas, influenciadas por el mundo entero a través de medios de comunicación globales y la posibilidad de conocer casi cara a cara realidades muy distintas a través de la Web) están cuestionando esta postura, y a medida que ingresan a las organizaciones introducen cambios y situaciones de incertidumbre que mueven el piso de los ‘viejos’. Cada vez más, la dinámica de un mundo globalizado con la que han crecido los jóvenes ingresa a las organizaciones y conceptos como cambio, innovación y emprendimiento se enraízan más a la cultura.
En el caso del taller industrial, en un principio, desde el punto de vista económico, tener un cliente que le garantizaba movimiento era perfecto. Los mismos ingenieros y algunos accionistas fueron buscando otros clientes y ello los fue forzando a mejorar sus procesos y sus productos. Se diría que cumplieron con lo económico pues han mantenido su mercado. Pero ahora que surgen nuevas demandas sobre las empresas, es necesario buscar a quién rendirle cuentas.
Cuando se mantiene una realidad estacionaria y las alteraciones se perciben como algo negativo, no se genera conocimiento ni crecimiento, y el alma humana, detrás de toda esa maquinaria estática, se estanca y muere en un trabajo que no sale de una misma rutina.
Cuando alguien pretende salirse del ruedo del mercado, es probable que esté buscando confinarse en una posición segura donde existe la ilusión de poseer la verdad. Por ejemplo, que un político o institución centralizada sea quien busca las soluciones a los problemas del mercado es una pretensión de conocimiento, de acuerdo a Hayek (1975). Nadie puede poseer todo el conocimiento necesario para coordinar algo como un mercado, sólo un procedimiento descentralizado como la competencia puede acercársele (Budzinski, 2007). La competencia es una dinámica, no es una postura. La única forma de encararla es viviéndola. Surge pues un enlace inesperado con ‘la virtud’ (Hofsteade, 1999, p. 282): sólo el que alcanza la virtud es capaz de salir bien librado de la dinámica competitiva, porque inherente a ella se encuentra la capacidad de síntesis (Mintzberg, 2007, p.375) (Hofsteade, 1999, p. 283), necesaria para lidiar con una realidad cambiante y compleja, un terreno donde sólo pueden idearse estrategias y perspectivas[3] y no programas fijos de acción (que por dentro están llenos de análisis y ciencia), de acuerdo a Edgar Morin.
La idea toma forma con esta afirmación de Hosfteade: “la ciencia puede beneficiarse del pensamiento analítico, pero la gestión y el gobierno se basan en el arte de la síntesis” (p. 283). Es claro, uno gobierna personas y administra recursos.
De vuelta a las preguntas que iniciaron todo esto, Foucault propone hacer el cambio para uno: es cuestión del cuidado de sí mismo. La discusión en torno al mercado y sus alcances deriva un asunto sobre aprender a moverse en una realidad incierta y dejar que otros entren y vean el rancho porque seguro surgen ideas para mejorarlo. Pero las contradicciones de la organización sí parecen difíciles de superar, para todo no queda más que una sonrisa y un paso adelante.


Bibliografía
Ackoff, Rusell (2002). Planificación de la empresa del futuro. México: Limusa.
Budzinski, Oliver (2007). ‘Competition and responsible corporate governance’. En: Bleischwitz, Raimund (Comp.). Corporate governance of sustainability. Gran Bretaña: Edward Elgar Publishing Limited. Pp. 26-47
Drucker, Peter F. (1994). ‘The Theory of the Business’, Harvard Business Review. Boston: Sep/Oct 1994. Vol. 72, Iss. 5; p. 95-104
Etkin, Jorge (2006). ‘La doble moral de las empresas’. En: www.foroecumenico.com.ar/reflexiones_etkin.html (octubre 23 de 2009)
Foucault, Michael (1989). Vigilar y castigar. Bogotá: Siglo XXI. Pp. 139-230
Hayek, F.A. (1945). ‘The use of knowledge in society’. American Economic Review, 35(4), pp. 519-530
Hayek, F.A. (1975). ‘The Pretence of Knowledge’. Swedish Journal of Economics, 77(4), pp. 433-442
Hofstede, Geert (1999). Culturas y organizaciones. El software mental. La cooperación internacional y su importancia para la supervivencia. Madrid: Alianza Editorial.
Kuhndt, Michael y Burcu Tuncer (2007). ‘Sustainability as a business challenge: the concepto f responsable corporate gorvernace’. En: Bleischwitz, Raimund (Comp.). Corporate governance of sustainability. Gran Bretaña. Edward Elgar Publishing Limited. Pp. 8-25
López Franco, Sonia (2006). El poder en las interacciones comunicativas de las organizaciones. Medellín. Fondo Editorial Universidad Eafit.
Mintzberg, Henry (1984). La estructuración de las organizaciones. Barcelona: Ariel.
Mintzberg, Henry (2007). Tracking strategies, toward a general theory. Oxford: Oxford University Press.
Morin, Edgar (1986). ‘La complexité, grille de lecture des organization’. Management France. Enero-febrero 1986, pp. 6-8
Sievers, Burkard (2007). ‘Más allá de un sustituto de la motivación’. En: Administer. Universidad Eafit. No. 11 Pp. 9-24.


[1] Ver ‘Bibliografía’ para mayores detalles
[2] Vale recordar a (Ackoff, 2002) y su propuesta de un desarrollo en cuatro vías: lo científico, lo económico, lo ético y lo estético.
[3] El concepto de ‘Theory of the Business’ de Peter Drucker (1994) es un claro ejemplo de esa perspectiva.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Por aquí no pasó nadie


Este ensayo lo traigo desde mayo, recordé que llevaba oculto varios meses en una carpeta del computador, consecuencia de un trabajo de clase y de la lectura de un libro muy ameno. Tulio Bayer es uno de esos personajes colombianos que nadie recuerda. De hecho, en internet hay más material mío que suyo. Claro, con Twitter y Facebook colgamos cualquier cosa, pero un desocupado biógrafo podría pescarse más de nuestra personalidad que la de uno de estos personajes, por más que hayan luchado por cambiar el país. Casi no logro conseguir uno de sus libros, estaba olvidado en la biblioteca. Ni siquiera mis compañeros de clase que tenían que hacer el mismo ensayo fueron a buscarlo.

El libro del que sale el ensayo se llama La Guerra en Todas Partes, escrito por Jaime Restrepo Cuartas, actual Respresentante a la Cámara por Antioquia y ex-rector de la Universidad de Antioquia. Tulio es el de la foto, un hombre...peculiar, muy colombiano.


Por aquí no pasó nadie

Por Ricardo Zapata Lopera

Un país vive situaciones de desigualdad, corrupción y falta de justicia. Corren voces en el mundo que proclaman derechos para el hombre, dando esperanza a los olvidados. Un hombre, visionario, pasional, con un pie en la cúspide y otro en lo más bajo, con un corazón que late por el pueblo y unos ojos abiertos a la realidad, debe tomar la decisión por su vida: sale o se queda, aguanta o se echa al agua, hace algo o sepulta su conciencia. Tulio Bayer, médico cirujano, colombiano, fue un hombre paradójico, una persona que nunca estuvo en deuda con nadie más que con su conciencia, que estaba plenamente confiado y firme en su destino, pero que al final de sus días, frustrado y con un corazón que todavía vibraba por la acción, murió como muere el alma de los pueblos del subdesarrollo: aplastada por la realidad y el miedo de la mayoría al cambio. Su historia es el reflejo de su pueblo, una vida de ires y venires, de picos y valles, de riquezas y miserias, de triunfos y fracasos.

Cuando Tulio Bayer empezaba la universidad en 1943, recién salido de Río Sucio, Caldas, dispuesto plenamente a cursar medicina, probablemente no percibió cómo su espíritu rebelde no era parte del mundo al que se enfrentaba. Una persona que ve la guerra en todas partes, que encuentra las fallas y las hipocresías en los hombres, es alguien que no encaja. Y no hay indicios de que eso haya sido un problema para Tulio, antes era lo que seguía nutriendo su espíritu, pero no le permitió ser parte de ningún grupo que trabajara por lo que luchaba. Era él contra el mundo.

Esta posición sin duda tuvo sus beneficios. Tulio Bayer nunca estuvo en deuda con nadie y por eso fue libre. Hizo todo lo que quiso: estudió medicina, ayudó a los más necesitados, trabajó como profesor, intimó con quien le gustaba, se metió a la selva, estuvo en el gobierno, luego hizo parte de la revolución, estuvo en el movimiento estudiantil de mayo del 68 en París y escribió varios libros, aunque no gustaran por su redacción cortada y cargada de idealismo.

Al final de sus días salieron algunos artículos que lamentaban su condición, otros que lo recordaban como hombre de ideales y en cierto sentido lo admiraban. Es el héroe del siglo XX. Una persona que parece no tener la razón, que lucha por lo que quiere aunque no tenga valor en el mundo. Escribía en El Espectador Max Olaya Restrepo el 8 de julio de 1982: “Quién sabe ahora cuales se me vendrán encima por declarar públicamente que admire y sigo admirando después de su muerte, a Tulio Bayer Jaramillo, como el tipo de colombiano que nos hace falta”. Pero otros como la revista Cromos, escribirían frases menos halagadoras: “Tulio Bayer Falleció en Paris, gordo, solo y desencantado” (Julio 16 de 1982). De todas maneras, sus condiciones de muerte no le pueden quitar la vida que dejó atrás. Mirándolo ya pasado más de un cuarto de siglo, como lo hace La Guerra en Todas Partes, Tulio es el héroe revolucionario del siglo veinte.

Es curioso que Los Soldados de Salamina de Javier Cercas haya sido uno de los libros que motivó a Jaime Restrepo Cuartas a compilar finalmente la información que por muchos años había recogido de Tulio Bayer en una novela histórica. El libro de Cercas trae una interesante reflexión sobre los héroes ocultos, algo parecido a esos Justos de los que escribiría Borges (…El que prefiere que los otros tengan razón / Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo), que no figuran en la Historia ni en los libros de texto de que le enseñan a los niños, pero que su vida la entregaron por algo superior a ellos.

El mismo Jaime Restrepo parece guardarle respeto por no cansarse de buscar sus metas. En medio de sus contradicciones, Tulio Bayer guardó el hilo de su propósito. Ya en París cuando se dio cuenta que la guerra no producía frutos, optó por escribir, no abandonó su idea de cambio y de crítica.

Tokihiko Enomoto, hablando del pensamiento de Mary Parker Follett acerca de los individuos dentro de los grupos, sintetizaba el camino que esta visionaria proponía hacia la verdadera democracia: “Cómo los individuos, no deben conformarse pasivamente con respecto a sus normas, a fin de desarrollar su potencial y al mismo tiempo contribuir a su grupo. Si ellos no están de acuerdo, deben expresar sus diferencias y trabajar con los demás para propiciar una nueva síntesis y una integración” (Mary Parker Follett, 1997, p.244). Tulio Bayer en un principio vio las cosas de la misma manera; algo parecía estar mal en las normas que regían el sistema. Pero desafortunadamente, al igual que la misma Parker Follett, se verían de cara ante la rigidez de quienes en últimas tomaban las decisiones. Parker, por su parte, no vivió esta situación, pero sus ideas estuvieron sepultadas por más de medio siglo después de morir en 1933. A Bayer sí le tocaría sentir el rechazo reiteradamente. Mientras Parker insistía en “el respeto por sí mismo y por los puntos de vista e intereses de los demás, trabajando siempre juntos, en la mutua confianza y con la apertura necesaria para lograr la comprensión recíproca y los beneficios mutuos” (Mary Parker Follett, 1997, p.244), Tulio Bayer, influenciado por las olas marxistas del momento, con el orgullo herido por las élites y los dirigentes, optaría por la revolución y al final por la muerte. Max Olaya por eso se preguntaba, “¿El infarto no será señores cardiólogos llenos de cientifismo, el suicidio que se da a si mismo el corazón adolorido de los patriotas?”.

Pero los héroes del siglo XX no son grandes hombres. Mueren con sus pocos y fuertes ideales y con sus muchas contradicciones. Son como los hombres de carne y hueso. Por eso Jaime Restrepo llegaría a un punto en su investigación donde no querría saber más de Bayer. “Un tipo que no era propiamente un revolucionario sino un simple liberal, cuya vida transcurría entre prostitutas, que había estudiado en Harvard en la nación imperialista que odiaba y que terminó siendo subalterno de la policía en París, no parecía tener la convicción, la fuerza y la capacidad de liderazgo que decían había tenido” (Pág. 95).

No obstante, “Tulio deseaba que sus conocimientos pudieran ser puestos al servicio de los más pobres. Desde el principio había centrado su atención en ayudarle a los más necesitados” (Pág. 74) y “su deseo era estar cerca de los desarraigados, aquellos que se encontraban en la mayor miseria” (Pág. 75). Por eso no es tan fácil simplemente archivar su vida, es una porción del alma de un país que en medio de la pobreza, los vicios y la hipocresía, es capaz de pensar más grande que él mismo.

La sociedad trata a los hombres de muchas maneras. Generalmente puya y roba almas, antes que ser benevolente, mas depende del hombre marginarse o comprenderla. A su manera, Tulio Bayer comprendió y amó a la sociedad. Tanto lo hizo que la hastió. Y ella misma se encargó de llevarlo lejos, donde no molestara tanto, donde dejara las cosas quietas y no cambiara mucho. “Por aquí no pasó nadie”, habría dicho si le preguntaran, temerosa de que se dieran cuenta que sus hijos los esconde para ocultar sus vergüenzas.