miércoles, 11 de noviembre de 2009

Por aquí no pasó nadie


Este ensayo lo traigo desde mayo, recordé que llevaba oculto varios meses en una carpeta del computador, consecuencia de un trabajo de clase y de la lectura de un libro muy ameno. Tulio Bayer es uno de esos personajes colombianos que nadie recuerda. De hecho, en internet hay más material mío que suyo. Claro, con Twitter y Facebook colgamos cualquier cosa, pero un desocupado biógrafo podría pescarse más de nuestra personalidad que la de uno de estos personajes, por más que hayan luchado por cambiar el país. Casi no logro conseguir uno de sus libros, estaba olvidado en la biblioteca. Ni siquiera mis compañeros de clase que tenían que hacer el mismo ensayo fueron a buscarlo.

El libro del que sale el ensayo se llama La Guerra en Todas Partes, escrito por Jaime Restrepo Cuartas, actual Respresentante a la Cámara por Antioquia y ex-rector de la Universidad de Antioquia. Tulio es el de la foto, un hombre...peculiar, muy colombiano.


Por aquí no pasó nadie

Por Ricardo Zapata Lopera

Un país vive situaciones de desigualdad, corrupción y falta de justicia. Corren voces en el mundo que proclaman derechos para el hombre, dando esperanza a los olvidados. Un hombre, visionario, pasional, con un pie en la cúspide y otro en lo más bajo, con un corazón que late por el pueblo y unos ojos abiertos a la realidad, debe tomar la decisión por su vida: sale o se queda, aguanta o se echa al agua, hace algo o sepulta su conciencia. Tulio Bayer, médico cirujano, colombiano, fue un hombre paradójico, una persona que nunca estuvo en deuda con nadie más que con su conciencia, que estaba plenamente confiado y firme en su destino, pero que al final de sus días, frustrado y con un corazón que todavía vibraba por la acción, murió como muere el alma de los pueblos del subdesarrollo: aplastada por la realidad y el miedo de la mayoría al cambio. Su historia es el reflejo de su pueblo, una vida de ires y venires, de picos y valles, de riquezas y miserias, de triunfos y fracasos.

Cuando Tulio Bayer empezaba la universidad en 1943, recién salido de Río Sucio, Caldas, dispuesto plenamente a cursar medicina, probablemente no percibió cómo su espíritu rebelde no era parte del mundo al que se enfrentaba. Una persona que ve la guerra en todas partes, que encuentra las fallas y las hipocresías en los hombres, es alguien que no encaja. Y no hay indicios de que eso haya sido un problema para Tulio, antes era lo que seguía nutriendo su espíritu, pero no le permitió ser parte de ningún grupo que trabajara por lo que luchaba. Era él contra el mundo.

Esta posición sin duda tuvo sus beneficios. Tulio Bayer nunca estuvo en deuda con nadie y por eso fue libre. Hizo todo lo que quiso: estudió medicina, ayudó a los más necesitados, trabajó como profesor, intimó con quien le gustaba, se metió a la selva, estuvo en el gobierno, luego hizo parte de la revolución, estuvo en el movimiento estudiantil de mayo del 68 en París y escribió varios libros, aunque no gustaran por su redacción cortada y cargada de idealismo.

Al final de sus días salieron algunos artículos que lamentaban su condición, otros que lo recordaban como hombre de ideales y en cierto sentido lo admiraban. Es el héroe del siglo XX. Una persona que parece no tener la razón, que lucha por lo que quiere aunque no tenga valor en el mundo. Escribía en El Espectador Max Olaya Restrepo el 8 de julio de 1982: “Quién sabe ahora cuales se me vendrán encima por declarar públicamente que admire y sigo admirando después de su muerte, a Tulio Bayer Jaramillo, como el tipo de colombiano que nos hace falta”. Pero otros como la revista Cromos, escribirían frases menos halagadoras: “Tulio Bayer Falleció en Paris, gordo, solo y desencantado” (Julio 16 de 1982). De todas maneras, sus condiciones de muerte no le pueden quitar la vida que dejó atrás. Mirándolo ya pasado más de un cuarto de siglo, como lo hace La Guerra en Todas Partes, Tulio es el héroe revolucionario del siglo veinte.

Es curioso que Los Soldados de Salamina de Javier Cercas haya sido uno de los libros que motivó a Jaime Restrepo Cuartas a compilar finalmente la información que por muchos años había recogido de Tulio Bayer en una novela histórica. El libro de Cercas trae una interesante reflexión sobre los héroes ocultos, algo parecido a esos Justos de los que escribiría Borges (…El que prefiere que los otros tengan razón / Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo), que no figuran en la Historia ni en los libros de texto de que le enseñan a los niños, pero que su vida la entregaron por algo superior a ellos.

El mismo Jaime Restrepo parece guardarle respeto por no cansarse de buscar sus metas. En medio de sus contradicciones, Tulio Bayer guardó el hilo de su propósito. Ya en París cuando se dio cuenta que la guerra no producía frutos, optó por escribir, no abandonó su idea de cambio y de crítica.

Tokihiko Enomoto, hablando del pensamiento de Mary Parker Follett acerca de los individuos dentro de los grupos, sintetizaba el camino que esta visionaria proponía hacia la verdadera democracia: “Cómo los individuos, no deben conformarse pasivamente con respecto a sus normas, a fin de desarrollar su potencial y al mismo tiempo contribuir a su grupo. Si ellos no están de acuerdo, deben expresar sus diferencias y trabajar con los demás para propiciar una nueva síntesis y una integración” (Mary Parker Follett, 1997, p.244). Tulio Bayer en un principio vio las cosas de la misma manera; algo parecía estar mal en las normas que regían el sistema. Pero desafortunadamente, al igual que la misma Parker Follett, se verían de cara ante la rigidez de quienes en últimas tomaban las decisiones. Parker, por su parte, no vivió esta situación, pero sus ideas estuvieron sepultadas por más de medio siglo después de morir en 1933. A Bayer sí le tocaría sentir el rechazo reiteradamente. Mientras Parker insistía en “el respeto por sí mismo y por los puntos de vista e intereses de los demás, trabajando siempre juntos, en la mutua confianza y con la apertura necesaria para lograr la comprensión recíproca y los beneficios mutuos” (Mary Parker Follett, 1997, p.244), Tulio Bayer, influenciado por las olas marxistas del momento, con el orgullo herido por las élites y los dirigentes, optaría por la revolución y al final por la muerte. Max Olaya por eso se preguntaba, “¿El infarto no será señores cardiólogos llenos de cientifismo, el suicidio que se da a si mismo el corazón adolorido de los patriotas?”.

Pero los héroes del siglo XX no son grandes hombres. Mueren con sus pocos y fuertes ideales y con sus muchas contradicciones. Son como los hombres de carne y hueso. Por eso Jaime Restrepo llegaría a un punto en su investigación donde no querría saber más de Bayer. “Un tipo que no era propiamente un revolucionario sino un simple liberal, cuya vida transcurría entre prostitutas, que había estudiado en Harvard en la nación imperialista que odiaba y que terminó siendo subalterno de la policía en París, no parecía tener la convicción, la fuerza y la capacidad de liderazgo que decían había tenido” (Pág. 95).

No obstante, “Tulio deseaba que sus conocimientos pudieran ser puestos al servicio de los más pobres. Desde el principio había centrado su atención en ayudarle a los más necesitados” (Pág. 74) y “su deseo era estar cerca de los desarraigados, aquellos que se encontraban en la mayor miseria” (Pág. 75). Por eso no es tan fácil simplemente archivar su vida, es una porción del alma de un país que en medio de la pobreza, los vicios y la hipocresía, es capaz de pensar más grande que él mismo.

La sociedad trata a los hombres de muchas maneras. Generalmente puya y roba almas, antes que ser benevolente, mas depende del hombre marginarse o comprenderla. A su manera, Tulio Bayer comprendió y amó a la sociedad. Tanto lo hizo que la hastió. Y ella misma se encargó de llevarlo lejos, donde no molestara tanto, donde dejara las cosas quietas y no cambiara mucho. “Por aquí no pasó nadie”, habría dicho si le preguntaran, temerosa de que se dieran cuenta que sus hijos los esconde para ocultar sus vergüenzas.