jueves, 22 de octubre de 2009

¿Y cuándo se nos perdió la vida?

“¿Qué estamos haciendo aquí?”, se preguntaba Nicolás Montero, reconocido actor de televisión y antropólogo, “pues viviendo, nos estamos moviendo”. Su llamado era a enamorarnos de la vida, a no dejar que nos aplaste el peso de la cotidianidad. “Consumidos por el hábito”, decía sobre lo que hemos sido. Su propuesta es recobrar el valor de la vida en todos sus sentidos.

El hecho ocurrió el pasado 21 de octubre en ‘Vivir Bueno en Medellín’, una iniciativa de CLICK Afecta tu mundo, del CINEP Programa por la Paz, Universidad EAFIT, Visionarios y la Alcaldía de Medellín. Parte del evento, un conversatorio, la otra, una acción colectiva llamada ‘Encontrémonos para cuidar la vida’ donde se promovía el encuentro y la conversación como acción concreta para construir convivencia y reconstruir seguridad ciudadana, a través de la demarcación del espacio para el encuentro con cintas y huellas. “Estamos ritualizando los espacios de encuentro”, decía Montero.

En el conversatorio participaron Alonso Salazar, alcalde de la ciudad; Salomón Kalmanovitz, reconocido economista; Nicolás Montero, actor, antropólogo y futuro político; Claudia Serna, rectora del colegio Creadores de Futuro; y Jorge Giraldo, decano de la escuela de Ciencias y Humanidades de la Universidad Eafit, como moderador. La idea central: la posibilidad de construir ciudad a partir de relaciones de convivencia. Así, partiendo de refranes populares como “el vivo vive del bobo”, “a papaya puesta, papaya partida”, y “una golondrina no hace verano”, la búsqueda de salidas a una realidad cultural violenta fue el trabajo de todos los asistentes.

Hace algunos siglos, y a veces pasa en estos días, los pensadores disputaban la vida desde dos bandos: soñadores y nostálgicos. Cual disputa política, la madurez trajo el peso de la realidad: el presente es definitivo y es lo único que tenemos. En la vida cotidiana somos lo que somos, si de ella no resulta nada bueno, mucho menos traerá el futuro. Colombia se dañó en algún momento. El daño más reciente parece haber sido por allá en los años cincuentas, aunque la semilla alguien la había sembrado varios años antes. El profesor Kalmanovitz, aún después de sus investigaciones, todavía se pregunta en qué momento se dañó esto. En todo caso, decía Salazar, el narcotráfico empató la cosa unos 30 años después, nos volvió el lío en un asunto cultural profundo, ya no asociado a las creencias políticas e ideológicas, sino metido allá donde están los valores que mueven el actuar diario.

No sé en qué bando estarían los pensadores de aquellos días de daños. Tal vez el imaginario colectivo era nostálgico, amante de tradiciones y realidades de antaño. Arrieros y mulas, días en que bastaba la palabra y la honradez era nuestra carta de presentación. Pero mientras tanto, el presente transcurría en pobreza, ignorancia y deseos de certezas inmediatas y evidentes que nos arrebataban la posibilidad de construir futuro a punta de presente. Rechazando lo que teníamos, nos lanzamos a la búsqueda de un futuro de ensueño, retratado en lo que veíamos en pancartas, noticias y telenovelas. Y así hemos crecido. No obstante, el llamado del Alcalde era a buscar nuevas fascinaciones: “si no hay disfrute de lo más inmediato [y cotidiano], no lo habrá de lo más elaborado”. Por eso para cualquier hombre de clase, de futuro promisorio y oportunidades por doquier, es tan fácil recurrir a atajos y volteretas para saciar los ánimos de más.

¿Qué hago entonces yo, un estudiante más de universidad, 21 años, de muchos sueños, pocos éxitos y todo por hacer? “Lo que está a nuestro alcance”, diría Montero, “una sociedad que le encanta conversar, por ejemplo, ¿por qué no hacer algo ahí?”. Y es que “todos tenemos la oportunidad de educar”, dijo Claudia, “todos somos maestros porque el conocimiento, la educación y los hábitos son cotidianos”. Es una invitación a la reflexión sobre lo que todo el tiempo está pasando.

Es que si no nos lo preguntamos, dejamos que la vida se nos esfume. Por ejemplo, de acuerdo a las cifras que daba Salomón, antes de los años 50’s, las tasas de homicidios en Colombia no pasaban de 8 personas por cada 100,000 habitantes. Eso fue subiendo y por los 90’s llegó a 300 y tantas por cada 100,000 habitantes, en Medellín. Seguramente el Estado no hizo presencia, pero la (i)responsabilidad de la sociedad al violar poco a poco los acuerdos tácitos de convivencia, esos que se viven día a día, llegó a costarnos casi toda una generación de jóvenes.

En todo caso, el asunto es tan bobo y tan obvio que nos pasa por enfrente y ni nos damos cuenta. Lo que con facilidad se expone encuentra una pared en cada uno. Jorge Giraldo lo ponía como que “toda persona tiene algo qué hacer al respecto, que la sociedad en que vivimos sea mejor y que el Estado también sea mejor”. Pero somos expertos en confiarnos de la obviedad y con el descuido se nos pasa el detalle: yo desde aquí ejerzo y creo cultura. Debemos ser concientes minuto a minuto de quiénes somos y cómo nos estamos formando. “Cultura es algo que se debe asumir continuamente, el sitio, el momento, el tiempo en el cuál yo me defino permanentemente”, de acuerdo a Montero. ¿Qué tan fácil será entonces hacerle click a todo el cuento?



martes, 20 de octubre de 2009

Stratagema y realidad

Hay una brecha grande entre la realidad y lo real. La primera es cosa nuestra. La segunda va por su propia cuenta.

Últimamente he estado leyendo con fuerza literatura sobre estrategia. Siendo administrador, un fanático del emprendimiento como actitud y gustoso de poder codear la incertidumbre cada día de mi vida, el tema no puedo dejarlo, simplemente me atrapa. La mayoría de los seres humanos tenemos una mentalidad programática. Me parece triste que nuestro ideal apunte a la racionalidad y la funcionalidad. Nos perdemos la crema del pastel.


La noción de estrategia es contraria a la de programa. El programa es lineal, económico y fijo. La estrategia vive por la incertidumbre. Lo nuevo lo integra y el cambio la alimenta antes que derrumbarla. Es claro que en las situaciones humanas no puede programarse la realidad. La estrategia que se asuma debe estar abierta a todo tipo de miradas y a distinguir las verdades de realidades desconocidas. Esa bestia de lo real no hemos podido comprenderla, apenas cogimos la pata creímos que era como un árbol, firme y sólido, pero no imaginamos que había un cuerpo, unas entrañas y un cerebro que todo lo modificaba. ¿Hasta qué punto el desorden es simplemente nuestra ignorancia? Cuando nada entendemos es el mejor momento para quebrar la realidad que nos sostiene. Duele la caída, pero se alarga la mirada.


Estaba leyendo algo de Edgar Morin y se me ocurrió dejar constancia de que hice la tarea. Algunas de las ideas de estos dos párrafos son de un texto suyo llamado La Complejidad y la Empresa (La complexité, grille de lecture des organization, en Management France, enero-febrero 1986, pp. 6-8). El asunto de la bestia sale de una fábula que cita Henry Mintzberg, uno de esos tesos de la estrategia. El relato, simple y llano, es una cachetada para algunas empresas y personas. Aquí lo dejo:


Los ciegos y el elefante

Por Godfrey Saxe (1816-1887)

Eran seis hombres de Indostán

Muy dispuestos a aprender

Y fueron a contemplar al Elefante

(Aunque ninguno podía ver)

Esperando todos que al observar

Satisfarían lo que era su parecer.


El primero se acercó al Elefante,

Y sin poderlo evitar

Contra su ancho y firme flanco cayó.

De inmediato empezó a bramar:

“Dios me bendiga, pero el Elefante

A una pared se asemeja en verdad”.


El segundo, al palpar el colmillo,

Exclamó: “¡Vaya! ¿Qué tenemos aquí

Tan curvado, suave y afilado?”

Está muy claro para mí

Esta maravilla de Elefante

¡A una lanza se asemeja y es así!


El tercero se aproximó al animal,

Y cuando el azar lo hizo atrapar

Entre sus manos la retorcida trompa

Alzó la cabeza para enunciar:

“Ya veo. ¡El Elefante

a una serpiente se asemeja, sin dudar!”


El cuarto extendió la mano con ansiedad

Y en torno de la rodilla palpó.

“A lo que más se parece esta maravillosa bestia

Es muy evidente para mí”, proclamó:

“Está claro que el Elefante

¡A un árbol s asemeja, cómo no!”


El quinto fue a dar con la oreja,

Él dijo: “Hasta la persona más ciega

Sabe a qué se parece más esto.

Que lo niege aquel que pueda,

Esta maravilla de Elefante

¡A un abanico se asemeja!”


El sexto apenas había empezado

A la bestia a tentear

Cuando la movediza cola

A su alcance acertó a pasar.

“Ya veo”, exclamó, “el Elefante

¡A una soga se asemeja en verdad!”


Y así estos hombres de Indostán

Largo tiempo disputaron a viva voz.

Cada uno tenía su opinión

Aparte de la dureza y el vigor.

Y aunque en parte todos tenían la razón,

¡A la vez todos cometían un error!


Moraleja

Con frecuencia en las guerras teológicas

Los contendientes, imagino yo,

Se mofan en completa ignorancia

De lo que el otro decir pretendió,

Y parlotean sobre un Elefante

¡Que ninguno de ellos vió!



Y para los que gustan del original (más sonoro y fluido):


Six Blind Men and the Elephant

It was six men of Indostan
To learning much inclined,
Who went to see the Elephant
(Though all of them were blind),
That each by observation
Might satisfy his mind.


The First approached the Elephant,
And happening to fall
Against his broad and sturdy side,
At once began to bawl:
"God bless me! but the Elephant
Is very like a wall!"

The Second, feeling of the tusk
Cried, "Ho! what have we here,
So very round and smooth and sharp?
To me 'tis mighty clear
This wonder of an Elephant
Is very like a spear!"

The Third approached the animal,
And happening to take
The squirming trunk within his hands,
Thus boldly up he spake:
"I see," quoth he, "the Elephant
Is very like a snake!"

The Fourth reached out an eager hand,
And felt about the knee:
"What most this wondrous beast is like
Is mighty plain," quoth he;
"'Tis clear enough the Elephant
Is very like a tree!"

The Fifth, who chanced to touch the ear,
Said: "E'en the blindest man
Can tell what this resembles most;
Deny the fact who can,
This marvel of an Elephant
Is very like a fan!"

The Sixth no sooner had begun
About the beast to grope,
Than, seizing on the swinging tail
That fell within his scope.
"I see," quoth he, "the Elephant
Is very like a rope!"

And so these men of Indostan
Disputed loud and long,
Each in his own opinion
Exceeding stiff and strong,
Though each was partly in the right,
And all were in the wrong!

Moral

So oft in theologic wars,
The disputants, I ween,
Rail on in utter ignorance
Of what each other mean,
And prate about an Elephant
Not one of them has seen.