martes, 28 de diciembre de 2010

Una mirada trágica al activismo en las redes sociales

Acabando de leer Por qué la revolución no será tuiteada de Malcom Gladwell siento con más argumentos que la impresión que me dejaron las últimas semanas de trabajo en las calles tienen algo de cierto. El artículo básicamente lo resumo en lo siguiente: la importancia de las relaciones cercanas a la hora de lograr impacto y las falencias de los frágiles nexos construidos a través de las redes sociales para consolidar cambios profundos. Es, por supuesto, la mirada trágica a los efectos de las redes sociales, pero hace parte del juego de tesis y antítesis que los involucrados en diferentes clases de activismo, política y cambio social deben conocer para lograr su síntesis. Mucho se ha dicho de las maravillas de las redes, presento pues algunas citas de este texto que se atreve a hablar de lo contrario:

“el activismo de Facebook triunfa no por motivar a la gente a hacer sacrificios reales sino por impulsarla a hacer pequeñas acciones que no requieren mayor compromiso.”
“El activismo que desafía el statu quo -que ataca problemas profundamente enraizados- no es para los ánimos vacilantes.”
“Internet nos permite sacar provecho de esas conexiones distantes con maravillosa eficiencia. Es magnífico para la difusión de la innovación, la colaboración interdisciplinaria, para relacionar continuamente a compradores y vendedores, y para las funciones logísticas del mundo de las citas. Pero los lazos informales rara vez conducen a un activismo de alto riesgo.”
“Como las redes no tienen una estructura centralizada de liderazgo ni líneas claras de autoridad, enfrentan problemas reales a la hora de alcanzar el consenso y fijar los objetivos. No pueden pensar estratégicamente; son propensas al conflicto y al error. ¿Cómo se pueden hacer elecciones difíciles sobre la estrategia o la orientación filosófica cuando todas las opiniones tienen el mismo valor?”
Corolario: ¿cuándo usar las redes para actuar, cuando usar las jerarquías?
“Pero [las redes sociales son] simplemente una forma de organizarse que favorece los lazos informales a través de los que accedemos a la información, en contraposición a los lazos fuertes que nos ayudan a perseverar frente al peligro. Desvía nuestras energías de organizaciones que promueven cambios estratégicos y actividad disciplinada, hacia aquellos que promueven elasticidad y adaptabilidad. Hace más fácil que los activistas se expresen y más difícil que esa expresión tenga cualquier tipo de impacto.”
Como alguna vez, dentro de su contexto, lo habría dicho Fajardo (“ni uribista, ni anti-uribista”), igualmente me declaro estar ni en contra ni a favor de las redes sociales. Más bien diría que a favor del cambio social, no de los diferentes medios para alcanzarlo.

Pero un argumento irrebatible del texto es el valor de las relaciones cercanas, los “fuertes lazos personales”. Si el otro me fuera lejano, ¿tendría algún sentido la acción? El moverse a cambiar algo provoca una incomodidad que no puede superarse a menos que entienda personalmente la situación ajena que aqueja. Ver fotos o videos en la Web no va a hacerme ver que la realidad del otro es tan cercana a la mía como cuando puedo darle la mano a un damnificado por el invierno, ensuciarme la ropa compartiendo con los habitantes de la calle o entrar en la casa de una víctima de la violencia. En este punto me declaro en contra de la virtualidad.