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Quienes sufren de adicciones entenderán lo que es caminar por la calle y no controlar el cuerpo cuando ve una situación que amerita ser congelada. Un perro en una puerta, quieto e inmutable, con un marco de grises, negros, blancos y mohos es el motivo. Pero no fui capaz de creer que en el momento justo en que disparaba mi cámara, un gato salió corriendo por la puerta y el ya familiar perro quedó más solo que antes. Y así permaneció, con cabeza gacha y resignación.
lunes, 10 de octubre de 2011
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